En Desencriptados, el conductor compartió su experiencia al frente de los programas más vistos, analizó cómo cambió el vínculo con el público y advirtió que, aunque las redes sociales han potenciado la difusión de mensajes, no alcanzan el impacto que tuvo la televisión en su época de mayor influencia.
Julián Weich es un reconocido conductor de televisión y actor que desarrolló una destacada trayectoria en los medios de comunicación. Su carrera comenzó con un papel protagónico en Pelito, una telenovela juvenil de los años 80. A partir de ahí, fue consolidándose como una de las figuras más populares de la televisión argentina. Participó también en recordadas producciones como Clave de Sol, La Banda del Golden Rocket y Sorpresa y 1/2, programa por el que ganó un Martín Fierro como Mejor Conductor.
En su extensa carrera televisiva, condujo programas icónicos como El agujerito sin fin, Fort Boyard, Expedición Robinson, ¿Quién quiere ser millonario? y Trato hecho, entre muchos otros. Además de su trabajo en Argentina, también incursionó en la televisión española.
Además es Embajador de Buena Voluntad de UNICEF en Argentina desde 1994 y estuvo a cargo de numerosas iniciativas solidarias y educativas. En 2018, celebró su 25º aniversario como embajador de UNICEF con un homenaje que incluyó la entrega del premio Senador Domingo Faustino Sarmiento, otorgado por el Congreso de la Nación. También, en ese mismo año, llevó a cabo una misión solidaria que lo llevó a la cima del Aconcagua, en una hazaña que marcó un hito en su carrera.
A lo largo de su carrera, ha demostrado una notable versatilidad, destacándose en la conducción de programas de entretenimiento, la actuación y la presentación de eventos, además de evidenciar un sólido compromiso con la promoción de causas solidarias a través de diversos medios y plataformas.
Rulo: — ¿Cómo era el contacto con la gente en tu momento de mayor popularidad y programas que veía toda la familia?
Julián: — Por la calle no podía caminar. Viste que yo tengo fama de hosco o de que no saludo a la gente. Es lo que dicen todos hasta que me conocen.
Rulo: — ¿Pero eras calentón?
Julián: — No, no me enojo. En ese momento se vivía acosado porque te veían en la calle y eras un ovni. Hoy te ven en la calle y tal vez ya vieron en las redes cuando venía para acá que dije: “Estoy yendo en bici”. Hoy el trato con la persona conocida es distinto porque hay más información, hay más famosos. Antes éramos 20 o 30…
Rulo: — Te volvía loco el acoso de la gente.
Julián: — Era interminable. Vos caminabas y no podías llegar a ningún lado y la gente no entendía que ibas a algún lado. En ese momento no había como ahora las fotos y yo decía: “Te firmo, te firmo, te firmo, pero me tengo que ir”. Y te decían: “¡Ay! ¡Que mala onda!”. Y yo me tenía que ir a llevar la nena al colegio o ir al banco o lo que sea. Yo siempre reconozco que fui en contra de la corriente y quería vivir mi vida normal. Yo no me encerraba en mi casa: iba al colegio, al supermercado, al cine…
Rulo: — Siempre fuiste movedizo.
Julián: — Nunca privé a mis hijos de la vida de papá e hijos porque era conocido. Yo decía: “No puedo esclavizar a mis hijos porque el papá es conocido”. Traté de vivir mi vida lo más normal posible y también eso hacía que me enfrente a situaciones más difíciles. A veces me decían: “¿Me firmás un autógrafo?” y yo les respondía: “Dale. ¿Tenés lapicera y papel?” y me decían: “No”. Pero yo no con una cartuchera, con un block de notas (risas). “¡Qué mala onda!”, me decían. A veces es injusta la gente, pero también lo entiendo.