La forma de vida actual viene condicionada, en mayor o menor medida, por los horarios de trabajo, la necesidad de viajar, pasar horas ante la pantalla de un ordenador, los viajes largos, las cargas familiares y otras preocupaciones, etc. Todos estos factores pueden alterar los ciclos de sueño de cualquier persona, pero también otros hábitos como “vivir de día”, es decir, ver la luz del día y exponerse a la luz del sol, o seguir una rutina con unos horarios de comidas y ejercicio físico. Todos ellos son factores que, entre otros, condicionan nuestro ritmo biológico.
Día a día, se producen una serie de cambios a nuestro alrededor, como lo son las horas de luz durante el día y de oscuridad durante la noche, o las variaciones de temperatura. Estas variaciones cíclicas que ocurren en un periodo de 24 horas son los denominados ciclos circadianos, y son factores externos que no podemos controlar. Pues bien, nuestro cuerpo se adapta de forma natural a estos cambios cíclicos regulando de forma muy precisa nuestros niveles de hormonas, nuestro metabolismo, el sueño y la temperatura corporal, e incluso nuestro comportamiento. Estos ritmos endógenos, cuya duración e intensidad las establece nuestro propio organismo en función de los ciclos circadianos externos, constituyen el denominado reloj circadiano o reloj biológico.
Nuestro reloj biológico está diseñado para autorregularse y “soportar” ciertos desajustes de los ritmos circadianos que, por nuestros hábitos de vida, podamos ocasionar. Sin embargo, existe un límite. Y en el momento en el que lo sobrepasamos podemos ocasionar algún daño para nuestra salud. Un desajuste crónico entre nuestro estilo de vida y el ritmo de nuestro reloj biológico acarrea un mayor riesgo de sufrir ciertas enfermedades.
Existen pues desajustes del reloj biológico que ocasionan efectos a corto plazo y que en principio no suponen un gran riesgo para nuestra salud. Un claro ejemplo de ello es el jet lag sufrido por algunos viajeros y que produce fatiga.
Por otro lado, las alteraciones de los ritmos biológicos a largo plazo pueden ocasionar problemas a prácticamente cualquier sistema de nuestro organismo, pero particularmente a nuestro sistema cardiovascular y a nuestra salud mental.
Afortunadamente, existen alternativas naturales y médicas para personas que sufran de algún trastorno relacionado con la alteración de los ritmos circadianos. Lo más importante es mantener una rutina de sueño continuada, evitar el insomnio y descansar las horas necesarias durante la noche, realizar actividades físicas al aire libre y mantener unos buenos hábitos alimenticios. De este modo podremos mantener a raya las principales alteraciones que afectan a nuestro reloj biológico, y así disfrutar al máximo del día a día.