Como seres humanos, tenemos uno de los sueños más profundos y completos que existen en el reino animal. Esto es así porque somos una especie que ha encontrado el descanso gracias a vivir protegidos, la inteligencia nos ha dado sistemas de seguridad contra los depredadores, vivir a cubierto y manteniendo una protección de manada nos ha facilitado el intenso sueño REM. Sin embargo, muchos animales no logran un estado tan plácido y reparador, generalmente el temor de ser atacados, pero también existen motivos de temperatura, de respiración y de postura. Las morsas, por ejemplo, pueden llegar a estar hasta 84 horas sin dormir, pues dedican mucho tiempo a nadar en búsqueda de comida, que en su entorno natural no es nada fácil de conseguir. Sin embargo, cuando están satisfechas de su caza, pueden recuperar el tiempo perdido con sueños reparadores de hasta 19 horas.
Cuando analizamos la esperanza de vida de los animales domésticos en relación con los que llevan una vida salvaje solemos comprender que todo aquel animal que vive en su entorno natural acaba disfrutando de una longevidad notablemente menor a la de los animales domésticos o en cautivero. Esto está relacionado con la calidad de alimentación, pero también con la profundidad del sueño que alcanzan. Dormir es muy importante para el correcto desarrollo de las funciones físicas, y la mayoría de los animales salvajes no logran conciliar el sueño por temor o previsión de que un depredador acabe con sus vidas. Los caballos salvajes llegan a vivir 25 años, pero los que están en cautivero alcanzan los 40, no en vano cuando viven en libertad sólo logran alcanzar la fase NREM (sin profundidad, pues duermen de pie) y los que viven en establo llegan a tumbarse y alcanzan la fase REM, por lo menos durante 3 horas al día.
Los burros son animales que viven generalmente en cautivero, por lo que pese a que sus antepasados dormían de pie, los que viven bajo la protección del ser humano ya son capaces de tumbarse y dormir en el suelo, alcanzando más comodidad y un nivel de profundidad en su sueño muy superior, que le garantiza mayor descanso. Al igual que la jirafa y el caballo, no superan las 3 horas de sueño diarias.
Aunque la “domesticación” de las ovejas es un hecho desde hace muchos siglos, sigue siendo un animal nervioso que no logra conciliar el sueño con facilidad por miedo a que le asalten. Así que, nada menos tranquilizador que contar ovejas, son animales que nunca dejan de prestar atención a cada ruido o presencia extraña, con el fin de defenderse y huir ante un posible ataque. Llegan a dormir 4 horas diarias, pero como en otros casos de mamíferos hervíboros, nunca superan los 10 minutos de sueño ininterrumpido.
El tiburón no teme que le devoren mientras duerme, y sin embargo nunca deja de nadar, aun cuando podríamos darle por dormido, es por una cuestión fisiológica: no tiene vejiga natatoria, por lo que si se detiene se hunde, y caería al fondo marino, con el peligro que eso implica. Además, la zona de sus branquias no tiene estructuras óseas que las protejan, por lo que si se detiene, dejaría de respirar. Para ello, el tiburón se une a las corrientes marinas y deja su cuerpo suspendido en “piloto automático”. ¿Pero cuánto duerme un tiburón? Realmente no duerme, lo que hace es descansar, pero no entra en un estado de sueño equivalente al resto de animales.
El entorno natural de la jirafa es la sabana, en bosques abiertos donde hay pastizales, por lo que son presa fácil para los depredadores. Evolutivamente han desarrollado su seguridad a la hora de dormir fingiendo que están despiertas, por eso duermen de pie. Además, su sueño no es nada profundo, sólo logran dormir en intervalos de 10 minutos, lo que les permite otear el entorno y reconocer si se aproxima un grupo de leones o de hienas. Al dormir tan poco, nunca entran en una somnolencia profunda, son capaces de despertar y de estar alerta como si no hubieran echado una cabezada. Si sumamos todos los intervalos de “siestas” que echan, al día apenas duermen 2 horas.
Los delfines tienen un comportamiento similar a los tiburones por una razón pareja, sin embargo sí que duermen, llegan a acumular hasta 30 minutos por cada “cabezadita”, son intervalos aislados que en acumulación no dan como suma más de 3 horas diarias. En el caso de los delfines, deben hacerlo cerca de la superficie pues, recuerda, son mamíferos que deben respirar fuera del agua para sobrevivir. Estos 30 minutos no son una medida caprichosa, sino que corresponde al tiempo máximo que pueden aguantar dentro del agua sin respirar.
Las hormigas, como muchos otros insectos, no duermen más de 4 horas diarias, que a su vez reparten en más de 250 cabezaditas a lo largo del día. El sueño intenso no existe para ellas. Sin embargo, la hormiga reina (al igual que la abeja reina) duerme casi el doble, pues se siente protegida por las obreras. El reino animal a la escala de los insectos es aún más peligroso que el de los mamíferos, los peligros acechan a cada instante, para ellos el día no se diferencia demasiado de la noche (más allá del cambio de temperatura), por lo que los intervalos de sueño se reparten a lo largo de las 24 horas.
Los murciélagos sí duermen, pero lo hacen de día, pues prefieren usar la noche para alimentarse, procrear y volar libremente. Son animales muy sensibles a la luz, no en vano se inspiró en ellos toda la literatura vampírica: duermen buscando lugares oscuros, como la corteza de los árboles, cuevas o grietas del terreno. No es cierto que estén ciegos, pero sí que con luz su visión se vuelve muy poco práctica, por eso se ven obligados a vivir de noche. Su sueño puede verse interrumpido en cualquier momento por un cambio de luz y de la temperatura, necesitan entornos frescos y oscuros.