Como presentamos en notas anteriores, la “criptomoneda”, la moneda de la web, de los hackers… como quiera llamarse, es la moneda que debutó en el mercado con mucha fuerza. Nacida en EE.UU. y metida en todas las PC’s del mundo, el BITCOIN es la moneda del momento: ¡Su valor superó la de muchísimos países en latinoamerica!
El precio del bitcoin alcanzó en los inicios de diciembre 2017, máximos históricos. La criptomoneda superó la barrera de los 10.000 dólares por unidad por primera vez e incluso llegó a alcanzar los 11.000, una burbuja que multiplicó por diez en menos de un año y cotiza por encima del valor de cualquier otra divisa. La volatilidad imposibilita pronosticar un escenario futuro. Sin embargo, a lo largo de la historia se fueron repitiendo comportamientos especulativos similares que a día de hoy resultarían irrisorios.
“Lo que está sucediendo no tiene nada que ver con la funcionalidad del bitcoin como moneda, esto es pura manía que se apoderó (del mercado). Es en buena medida una burbuja que con bastante seguridad se corregirá a sí misma en algún momento y la gente necesita ser muy cuidadosa”
comentó esta semana Garrick Hileman, investigador de la Escuela de Negocios Judge de la Universidad de Cambridge a la agencia Reuters.
Sin embargo, algunos aficionados ya imaginan la desaparición de las monedas tal como las conocemos y la creación de una moneda virtual a lo “Black Mirror” (serie televisiva que presenta en capítulos no continuados, un tecno-futuro posible y no olvida la injerencia de las redes sociales).
Volviendo a la moneda… la historia económica es un vaivén de precios, un baile inestable. Se dieron casos en que las relaciones entre el precio de un producto y su valor real fueron totalmente desproporcionadas e incoherentes.
El economista Alessandro Giraudo en su libro “Cuando el hierro era más caro que el oro” (Ariel, 2016) recopila estos momentos históricos: en Roma una libra de seda llegó a costar igual que una de oro. En Holanda, con la especulación de los tulipanes, se llegó a vender una casa a cambio de un bulbo. Son muchos los ejemplos que denotan que la fiebre especulativa no atiende a razones prudentes y que precio y valor son dos conceptos que no tienen por qué caminar a la par.
Tulipomanía
El tulipán llegó a Holanda desde Turquía en el siglo XVI para adornar los jardines del emperador Maximiliano. Los nobles empezaron a coleccionarlos como símbolo de poder y riqueza y rápidamente la demanda se disparó frenéticamente.
La flor tarda siete años en madurar, por lo que se empezaron a vender los bulbos mediante derechos para así adquirirlos cuando floreciesen, un mercado de futuros. Muchas personas de clase humilde dejaron sus trabajos, se endeudaron e incluso hipotecaron sus viviendas para especular con los bulbos.
El máximo precio del tulipán se dio en el 1635, cuando un solo bulbo se cambió por una mansión entera en el centro de Ámsterdam. La burbuja creció tanto que al estallar sumergió a Holanda en una profunda crisis.
Lubricante de ballena
Otra de las anécdotas económicas de la historia fue la comercialización de aceite de ballena, que se convirtió en la quinta industria de Estados Unidos. Con la guerra de la Independencia estadounidense estos cetáceos jugaron un papel estratégico en la gestión del conflicto: su aceite servía para las lámparas, la fabricación de jabón, etc.
Con la revolución industrial las máquinas necesitaban grandes cantidades de lubricante que sólo le podían proporcionar las ballenas, además de su uso como carburante. Así, la caza de ballenas fue indiscriminada y el precio de sus productos, desmedido. Sin embargo, con el descubrimiento de petróleo de Pensilvania la caza de ballenas – y la pronta extinción de esta especie- se produjo una caída vertiginosa de la industria.
El hierro, más caro que el oro
El precio del hierro hace 45 siglos era sustancialmente superior al del propio oro. Los asirios utilizaban hierro meteórico y era considerado un signo de lo divino y lo celestial, por lo que fue un material muy demandado. Se situaba en los altares de los templos junto al metal más noble.
Los poderosos también querían disponer de objetos y símbolos elaborados con meteoritos y el coleccionismo se extendió, por lo que los precios fueron tan desorbitados que hasta se llegó a pagar ocho veces más por el hierro que por el oro.
Otros ‘boom’ irrisorios
Holanda en 1511 cedió Manhattan a los ingleses a cambio de una de las islas de Banda, situada en el centro de Indonesia. Allí se cultiva nuez moscada, un afrodisíaco con múltiples propiedades y una de las especias más caras. Fue tanta la euforia por la especia que incluso llegaron a quemar su propio almacén en Ámsterdam para encarecer su precio en Europa.
En Venecia también se vivió un boom en el precio de los libros. A finales del siglo XV Venecia había publicado la mitad de los libros producidos mundialmente y sus compradores eran maestros, hombres poderosos y ricos comerciantes, por lo que se disparó el precio del libro al ser un símbolo de cultura y riqueza. Costaba poco menos que un caballo.