Se le conoce como ‘el enemigo invisible’, pero también como la ‘droga del siglo XXI’. El azúcar está presente en muchas más bebidas y alimentos de los que nos imaginamos, pero si hemos de tener cuidado siendo adultos, tenemos que extremar aún más las precauciones cuando hablamos de los pequeños de la casa: los bebés. Sobre todo ahora que el baby-led weaning (propiciar que los bebés empiecen a comer sólidos de forma autónoma) es tendencia.
Tanto la Organización Mundial de la Salud como la Asociación Española de Pediatría nos recuerdan que es muy importante cuidar su consumo en sus primeros años de vida, pero, ¿sabes los motivos? Te lo contamos.
El doctor José Manuel Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, destaca que los bebés no están preparados para comer sólidos antes de los seis meses, y tampoco deben hacerlo solos. “La adquisición de las habilidades para hacerlo son progresivas”, añade, al tiempo que resalta que, además de la edad, hay que tener en cuenta dos factores importantes:
– Que sean capaces de permanecer sentados.
– Que puedan llevarse objetos a la boca.
Sólo entonces, explica, se deben introducir en la alimentación productos de consistencia más sólida, que puedan chafar con sus mandíbulas, tanto si tienen dientes como si no.
No obstante, tampoco hay que esperar demasiado: a los 9-10 meses a más tardar, tienen que haber recibido alimentos que no sean líquidos.
A este respecto, el pediatra es contundente: los alimentos azucarados deben evitarse para prevenir que los niños desarrollen aún más la apetencia por el dulce. Ya que, de lo contrario, se corre un alto riesgo de que esto acabe condicionando sus hábitos alimentarios, y es mejor actuar cuando son pequeños para evitar futuros problemas de salud, principalmente:
– La aparición de caries dentales. Los alimentos con más de un 14% de azúcar favorecen su aparición, y hay algunos alimentos que se suelen introducir en la dieta de los más pequeños como, por ejemplo, los cereales que tienen una gran cantidad de azúcares refinados, aunque los padres no sean conscientes.
– A largo plazo, se relaciona con la obesidad, considerada por la Organización Mundial de la Salud como una de las enfermedades más graves de nuestro siglo. Y no es para menos, ya que se calcula que el consumo de azúcar en los niños está unas cinco veces por encima de lo recomendado. Una mala dieta, llena de alimentos azucarados, es un factor de riesgo para desarrollarla, y por ello, resulta fundamental inculcarles unos buenos hábitos desde la cuna.
No obstante, el doctor Moreno destaca que no existe una influencia directa en el crecimiento. A esto, Diana Oliver, autora de ‘¡Ñam!’, Editorial Andana, el primer álbum ilustrado informativo dedicado a una alimentación saludable desde la infancia, suma la diabetes tipo 2, una enfermedad prevenible.
El doctor Moreno afirma que gran parte de los triturados para lactantes no llevan azúcares añadidos (es decir, que se le ha añadido al alimento en el momento de su producción, preparación o consumo), “aunque sí azúcares libres”, que se encuentran, por ejemplo, en los zumos de frutas. Cabe recordar que las frutas tienen un azúcar intrínseco, que no es perjudicial, pero cuando se toman en forma de zumo sí presentan este azúcar libre porque la pieza no está íntegra y no mantiene, por tanto, su matriz alimentaria.
Además, ”hay preparados para lactantes (los potitos o los cereales que no llevan azúcares libres)”, detalla.
Lógicamente, lo ideal es que se puedan preparar los alimentos de los niños en casa. Sin embargo, el médico es consciente de que, dado el ajetreado ritmo de vida actual, puede resultar un poco complicado, y es normal que la mayoría de padres recurran a productos preparados que, advierte, ”no necesariamente tienen que ser de una peor calidad nutricional”.
Aun así, aconseja a los padres que presten atención a su composición, sin caer en el alarmismo. Y es que, tal y como nos Diana Oliver, algunos dietistas-nutricionistas como Julio Basulto, o el pediatra Carlos Casabona han denunciado en alguna ocasión que los productos específicos para bebés y niños tienen un alto nivel de azúcares añadidos (hasta por encima del 20%). De ahí que se incida en que, antes de comprar el producto, se revise la etiqueta: si contiene azúcares añadidos, lo mejor es que no entre en la cesta.
Aun con todo, José Manuel Moreno insiste en que ”sobre todo lo que importa es la adquisición de hábitos o patrones alimentarios saludables, haciendo que comer sea un acto placentero, hecho en familia, para los más pequeños”.
El doctor Moreno recomienda no fomentar el consumo de azúcares añadidos en esta etapa, y anima a buscar alternativas que no contengan azúcares añadidos (aunque sí libres).
“La incorporación de azucares añadidos a los alimentos ocurre en alimentos que tiene en general un carácter recreacional, y que se consumen ocasionalmente y un contexto determinado (una fiesta, un cumpleaños, un día especial)”, apunta. Se refiere a productos estrella de las celebraciones, como, por ejemplo, las tartas, y explica que, a pesar de no ser recomendables, de consumirse, debe hacerse cuando el pequeño tenga más de un año de edad.
Asimismo, resalta que no es lo mismo, ”por ejemplo, una galleta que un producto de bollería industrial o un refresco. Algunos productos pueden usarse con más frecuencia que otros”.
La sal es otro producto a evitar cuando son bebés por un motivo similar: “no predisponer el gusto al consumo de alimentos salados, y, en el fondo, prevenir que algunas personas en su edad adulta tengan mayor riesgo de hipertensión”.
Además, los lactantes necesitan muy pequeña cantidad porque sus riñones son todavía muy inmaduros para manejar las sobrecargas de sal. Por ello, por muy insípida que parezca la comida, hay que tener cuidado, y de incluirse en los doce primeros meses, se echará menos de 1 gramo al día (menos de 0,4 gramos de sodio). Y de 1 a 3 años puede aumentarse un poco: hasta los 2 gramos por día (0,8 gramos de sodio).
Los primeros alimentos que ingieran han de ser fácilmente manipulables por el niño (consistentes), pero que puedan aplastarse o ablandarse en la boca.
“No se recomiendan alimentos que puedan desprender trozos pequeños, por ejemplo, frutos secos o fruta dura, como la manzana cruda, o que exijan ser desgarrados con los dientes, como es el caso de los trozos de carne”, advierte el doctor Moreno.
Los ideales son la fruta blanda como el plátano o las verduras cocidas como la zanahoria o el brécol, o pequeñas tortitas de cereal hechas en casa. Todos ellos productos de fácil masticación, y que no desprendan trozos que no se ablanden en la boca.
“Además de recoger más papeletas para una mejor salud, reducir (o eliminar) los azúcares añadidos nos sirve para saborear y disfrutar realmente otro tipo de alimentos”, destaca Diana Oliver, quien también asegura que, en efecto, ofrecer estos alimentos frescos y productos poco procesados, libres de azúcares añadidos, nos ayuda a poner las bases de una alimentación y unos hábitos más saludables.