El 24% de los hogares españoles cuenta con un perro entre sus miembros. Los canes son la mascota preferida de los europeos y americanos, tres veces por encima de los gatos. Existen razones de peso, y una de las principales motivaciones para tener un perro en casa es ese flechazo que sentimos por los canes desde hace miles y miles de años, cuando el lobo accedió a convivir con las personas y nosotros les abrimos las puertas de nuestros hogares. Desde entonces estos perros han cambiado, se han adaptado y en gran medida han desarrollado una belleza y un saber estar que nos enamora: son comunicativos, elegantes, nobles, valientes y tiernos.
Los psicólogos de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), comandados por la investigadora Juliane Kaminski, han determinado que existe un músculo sobre la ceja de los canes que cumple una función comunicativa y que no funciona así en los lobos, por lo que se determina que este músculo ha sido desarrollado a lo largo de los 11.000 años que los perros conviven con los humanos con el único objetivo de hacerse entender mejor por nosotros, y su utilidad principal es resultar adorables. Los perros son capaces de arquear el ceño, y en gran medida eso nos hace amarlos más, pero también son capaces de utilizar este gesto para mostrar contradicción o sorpresa, como lo haría un humano. ¿Cómo no vamos a quererlos?
Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que para los seres humanos ver dormir a un perro simboliza un bálsamo tranquilizante. La paz que infunden estos animales nos enamora. No se trata de un rasgo físico ni de un elemento juzgable por la moda, es algo que va más allá: la paz y la ternura que irradian los perros es una demostración de intimidad y belleza. Porque los perros no se muestran en esta actitud ante cualquiera, y conseguir que el hogar sea securizante y que el perro desprenda paz es la representación gráfica del amor. Amaremos más a un perro, cuanto más paz nos transmita, nosotros también lo tenemos en nuestro ADN.
Existen diversos estudios que señalan que los perros pueden acabar pareciéndose a sus dueños y que esta es una rutina que se repite con mucha probabilidad. Es inevitable, los canes son animales muy observadores a los que un rasgo instintivo de su comportamiento les induce a la imitación de su entorno y a sumergirse en los hábitos de la manada a la que pertenecen. Los canes pueden desarrollar actitudes tranquilas o activas, en función de la personalidad de su humano de referencia, pero también en lo físico: es común que tú como dueño influencies al animal para que, en la medida de lo posible, se parezca más a ti: el mismo tipo de abrigos para el invierno, cortes de pelo, correas… tu mejor amigo puede acabar pareciendo tu hermano gemelo.
De entre todas las cualidades que de los perros que enamoran de forma instantánea, ver sus dientes es un antídoto contra ese hechizo de amor. Ver las fauces de un perro solo causa desagrado, probablemente porque “deshumaniza” la imagen de amigo fiel que nos hemos construído en nuestro imaginario. De hecho, la mayoría de las personas que tienen fobia a los perros lo tienen a sus dientes. Las dentaduras de los perros, además, resultan menos agraciadas que las de los lobos, en muchas razas ni siquiera son uniformes o intimidantes.
El ser humano ha depositado su confianza en los perros porque les consideramos inteligentes y empáticos. Más allá del aspecto físico, nos enamora que los perros desarrollen y demuestren actitudes empáticas. Muchas de las actitudes inteligentes que demuestran los perros pueden ser explicadas mediante instintos de protección a la manada, los perros saben que sobrevivirán mejor si se mantienen unidos, si observan a los miembros de su grupo y si mantienen una escucha activa de aquello que ocurre y en lo que pueden ayudar.
Los perros son animales tremendamente observadores de su entorno, que además jerarquizan mucho su vida: necesitan saber quién está al mando, y también quien está por debajo de ellos. Por este motivo desarrollan muy bien la escucha, pues siempre permanecen atentos a las llamadas y a las órdenes. Son activos, siempre dispuestos a salir a la calle, pero a la vez saben contener muy bien sus instintos para no producir un conflicto.
